domingo, 20 de marzo de 2011

LAS GRANDES TRAGEDIAS QUE ACTUALMENTE SE AFRONTAN DAN MUCHO QUE PENSAR

 
Carlos Mora Vanegas
Toda aflicción que llega acaba por irse. Así sucede con las glorias y las tragedias del mundo. Paulo Coelho
¿Qué está sucediendo en el planeta Tierra? ¿A qué se debe tanta desgracia en los últimos  años? ¿Por qué tanta catástrofe? ¿Por qué tantas vidas perdidas, desgracia, terremotos, inundaciones? ¿ Que sucederá ante el serio problema de Libia? ¿Que consecuencias traerá la invasión militar  en Libia? ¿Hacia donde vamos?, son algunas preguntas que demandan de repuestas, de determinar las causas de todo ello.
Son  alarmantes los hechos actuales, como el último que se produjo en Japón con la gran cantidad de muertos, destrucción, amenaza de reacción nuclear.
Desde luego, imposible  ignorar los acontecimientos, desgracias que sufrió  hace poco  Haití, Chile.
Todo pareciera indicar, que se no está cobrando factura por el comportamiento de la humanidad que ha descuidado los valores, la moral, violación a los derechos humanos,  deterioramiento  del medio ambiente, generando contaminación, calentamiento, destrucción de especies, dándosele preferencia a todo aquello que alimente la ambición, poder , dictaduras, violencia, muerte, asesinato, crímenes.
 Los plenamente identificado con la palabra de Dios, con lo que algunas   profecías nos legan,  podría ayudarnos dar un poco de explicación  sobre  lo que está sucediendo, producto del mismo comportamiento equivocado del hombre que ha dado paso a que el odio,  ira, rabia, ansias de poder propicien el    generar estos  tipos de hechos, simplemente  por apartarse del camino recto, por  identificarse más con el materialismo que con la espiritualidad, olvidándose  de Dios, no honrarlo, prefiriendo lo vano ,  lo material y olvidarnos del  legado que nos proporcionó por su paso por la Tierra , olvidándonos de cumplir con sus mandamientos, de todo ese legado que nos dejó plasmado en  La Biblia,  los libros sagrados .
Alguien al respecto escribió, comentó, que el Hombre Y No Dios Destruirá La Tierra .El Señor nos ha dado profecías respecto de los tiempos finales. En la Palabra de Dios y por las noticias lo escuchamos, el mismo hombre está terminando con este planeta, no ha tenido cuidado de esta tierra, está destruyendo no sólo el ambiente espiritual sino el material. Dios ha dicho que este mundo va a tener su fin. No nos ha dado la fecha cuándo va a ser ese acontecimiento, pero por lo que describe el capítulo 24 del evangelio de San Mateo, se dice  que el tiempo ya está muy cerca. Las guerras, nación contra nación, los hijos contra los padres, los padres contra los hijos, la decadencia de los gobierno, el aspecto económico, la crisis espiritual y las grandes pestilencias, como el Sida, están indicando que el final del tiempo está muy cerca.
 Lo sucedido en Japón recientemente es catastrófico, una advertencia que ha costado mucha vida y que obliga a reflexionar, adentrarnos a corregir nuestro comportamiento, acércanos más a Dios, rendirle  el tributo que se merece, recordar que nuestra vida, paso, por esta dimensión es parte de su obra, que debemos estar atento en nuestro crecimiento, aprovechar la oportunidad de vida generando felicidad, brindando amor, cumplir con nuestra misión, respetándonos uno a los otros, cumpliendo con las leyes divinas, con todo aquello que nos haga crecer espiritualmente.
Justamente sobre esta desgracia recientemente dada y que todavía no termina ,nos aporta Antonio Sánchez, que el terrible tsunami, ocurrido tras el terremoto en Japón, nos da cuenta de que la madre naturaleza sigue siendo dueña y señora de este planeta, es decir, que aun y con todos y los avances científicos en todas la aéreas del conocimiento, los seres humanos seguimos a expensas de lo que digan y manden los elementos naturales. Sin duda que la devastación y la pérdida de vidas humanas nos asombra, pero también debe ponernos en alerta; es claro que Japón es uno de los países mejores preparados para hacer frente a los terremotos, pero nunca esperaron que un monstruo de 8.9 grados en la escala de Richter, fuera capaz de golpearlos con tanta saña. Es increíble que la naturaleza sea capaz de desencadenar tanto poder en un par de minutos, y en ese mismo lapso destruir lo que por años o generaciones el hombre ha creado; de nueva cuenta nos quedamos atónitos por el poder de los elementos naturales, de la fuerza indómita que duerme bajo nuestros pies, que por momentos, lanza bostezos que debieran servir para recordarnos que esta hermosa tierra no es nuestra, y que tan sólo nos fue prestada.
La tragedian  de Japón, es la desgracia de todos, porque todos estamos en este mismo barco llamado planeta Tierra, sin duda, parte de la desgracia es consecuencia del daño que por generaciones hemos causado al planeta con nuestra necedad de dilapidar los recursos naturales, los cuales hemos saqueado sin ningún control, sólo para satisfacer los egoísmos de unos cuantos. El tsunami de Japón no sólo destruyó amplias zonas de un país de primer orden mundial, sino que ha destruido sueños y vidas de personas que vieron como el mar se tragó su mundo, y su propia existencia. Insistimos en que las desgracias, causan lo mismo aquí y en Japón, por eso vaya nuestra solidaridad y  nuestras oraciones para el pueblo del sol naciente en estos momentos de dolor y muerte…
 Desde luego, otro hecho preocupante por lo que se puede generar en pro de la garantía de la  paz  y  seguridad del planeta ,es la tragedia que afronta Libia, en donde mueren muchas personas inocentes producto de  una guerra civil , de la ambición, de las ansias del poder, de querer perpetuarse con una dictadura que ha afectado seriamente la democracia y que ha conllevado a que  países de la OTAN como los estados Unidos, Francia, Inglaterra estén inerveniendo de manera activa a fin de derrocar al presidente  cuestionado Muammar Gadafi.
Esperemos que esto no origine serios conflictos, que se llegue a una solución que garantice tranquilidad, poder aprovechar nuetra oportunidad de vida en un entorno que nos brinde armonía, respeto a la vida, una democracia a la que tenemos todos derechos.



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